domingo, 25 de enero de 2009

Enseñanzas Lama Tsondru

La emociones conflictivas y la autoestima

En nuestra educación, desde el parvulario hasta la universidad, aprendemos muchísimas cosas interesantes, pero nadie nos explica, tal vez nadie lo sabe, qué hemos de hacer cuando se apoderan de nosotros emociones tales como la cólera, el odio, el deseo o los celos y hacen desaparecer nuestra felicidad y tranquilidad, lo que da lugar a un estado mental perturbado, envenenado e infeliz. En el budismo, sin embargo, se habla mucho de estas emociones negativas y toda la práctica de la meditación y la posmeditación va encaminada a desarraigarlas, ya que son las causantes del mal karma y, por tanto, del sufrimiento. Podríamos decir que ellas son el famoso Samsara.
Nuestra verdadera esencia, la naturaleza de ,buda, es como el sol resplandeciente que siempre está ahí, es la sabiduría primordial que todo lo abarca, luminosa, eterna, sin principio ni fin, amor y compasión infinitos; pero la desconocemos porque está temporalmente velada por la ignorancia primordial que nos hace experimentar la realidad de una forma dual: Tú y yo, el bien y el mal, arriba y abajo, etc. De esta noción ignorante surge un fuerte apego a una fabricación mental nuestra a la que llamamos yo, y para mantenerla y preservarla sentimos aversión hacia todo lo que la pueda amenazar, y atracción por todo lo que la alimente y engrandezca. Es de esta ignorancia, aversión y atracción de donde salen luego todas las demás emociones perturbadoras: envidia, celos, codicia, avaricia, orgullo, etc. En todas ellas hay miedo; no estamos muy seguros de qué es este yo, ni de donde viene ni adonde va.
Hay una gran inseguridad en nosotros. La cólera, por ejemplo, no es más que una reacción de miedo ante algo que nos amenaza o se interpone entre nosoros y lo que queremos. Por eso nos enfadamos y chillamos y hacemos a veces un despliegue de violencia. En el deseo también hay miedo implícito. Miedo de no alcanzar lo que creemos que nos dará la felicidad. Miedo de perderlo luego. En el orgullo y la envidia hay miedo también, aunque escondido bajo una máscara de autosuficiencia; es el miedo a no estar a la altura de las circunstancias, de ser menos que otros, de ser menospreciado. En la avaricia, esa incapacidad para dar y compartir, hay un miedo profundo a perder lo que nos da seguridad, a quedarnos sin nada, a sentirnos pobres.
Si queremos trabajar con estas emociones conflictivas que a veces se apoderan de nosotros, hemos de considerarlas como nubarrones que temporalmente oscurecen la luz del sol. No debemos identificarnos con ellas ni sentirlas como algo propio de nuestra personalidad. En primer lugar, hemos de aprender a reconocerlas. En cuanto nos sintamos infelices hemos de preguntarnos: ¿Qué me pasa? ¿Qué nubarrón está cruzando mi cielo sereno y soleado? Hay muchas variantes y combinaciones de emociones negativas, pero en general encontraremos que están las seis principales: la ira (con sus variantes de odio, resentimiento, enfado, impaciencia) el deseo, la estupidez, la envidia y los celos, la codicia y la avaricia, y el orgullo. Una vez tengamos la emoción clasificada, no hemos de seguirla y dejar que nos arrastre ni tampoco intentar reprimirla. Si nos dejamos llevar por ella, haremos daño a otros y además al actuar o hablar bajo su influencia, crearemos mal karma, que en el futuro se traducirá en sufrimiento. No solo esto , sino que reforzaremos la tendencia a seguir reaccionando de la misma manera en el futuro. Pero si, dándonos cuenta de que es nociva intentamos reprimirla, su energía acabará dañando nuestra salud física y mental. Entonces, ¿qué hacer con ella? Hemos de ser capaces de contemplarla como si fuéramos un observador, como si fuera una nube pasajera, como si no tuviera nada que ver con nosotros y así, al no alimentarla, se irá desvaneciendo por sí sola.
Aunque muchas veces no experimentemos ninguna emoción negativa, la tendencia sigue en nosotros y cuando se presente una circunstancia apropiada alguno de estos venenos mentales se manifestará. Necesitamos trabajar para desarraigarlas. La mejor manera es fomentando actitudes positivas que contrarresten y sean el antídoto para las negativas. El mejor antídoto para todas ellas es el amor verdadero, el que es ecuánime y no espera nada a cambio. La cólera o la envidia no pueden coexistir con el amor porque las primeras están basadas en un apego neurótico al yo, mientras que el segundo está basado en el desapego, en la generosidad que se olvida del yo. Otra actitud por ello muy positiva es la generosidad. Dar sin esperar recompensa de ningún tipo desarraiga las emociones negativas. La paciencia con comprensión es la mejor medicina para la cólera, el odio y el resentimiento.
El miedo y la inseguridad que hay en nosotros y que se manifiestan en forma de emociones negativas provienen de una falta de autoestima. Si sentimos deseo y codicia es porque creemos que ahí fuera existe algo que llenará ese vacío interior. Nos sentimos incompletos e imperfectos, carentes de cualidades. No hemos descubierto nuestros propios valores y los proyectamos al exterior pensando que están ahí fuera. Lo mismo con la envidia y el orgullo; constantemente nos comparamos con los demás, porque no estamos seguros de nuestras cualidades, pero no somos conscientes de esta falta de autoestima, o no queremos serlo, y pasamos nuestra vida disimulando y buscando algo que nos llene.
Para que haya autoestima debe haber amor hacia uno mismo. Creemos que nos amamos, pero no es así. Para amar es necesario conocer, comprender y aceptar. Si no hacemos esto con nosotros es imposible que sepamos hacerlo con los demas. No sabemos amarles ni comprenderles porque no sabemos amarnos ni comprendernos. Somos la persona más cercana y más preciada para nosotros y por ello hemos de iniciar un trabajo profundo de autoconocimiento, que pueda llevarnos un día a la autoestima superior cuando lleguemos a experimentar nuestra esencia perfecta. Hasta entonces hemos de ir trabajando en este sentido. Una de las actitudes positivas que más potencian la autoestima es la generosidad, practicada en todos los múltiples aspectos de la vida y sin esperar nada a cambio. Hemos de empezar siendo generosos con nosotros, comprendiéndonos y perdonándonos, dándonos lo que necesitamos y así seremos capaces de ser generosos con los demás.
Si aumenta la autoestima las emociones negativas disminuyen. La práctica del Dharma en todos sus aspectos, especialmente el de la meditación, será nuestra mejor ayuda para conocernos, amarnos y transformar nuestras emociones negativas en amor hacia todos los seres.

jueves, 8 de enero de 2009

Los Chakras

Los chakras son vórtices energéticos situados en los cuerpos sutiles del ser humano, llamados kama rupa (forma del deseo) o linga sharira (cuerpo simbólico). Su tarea es la recepción, acumulación, transformación y distribución de la energía llamada prana.
Cada uno de estos centros posee ciertos colores que son más o menos brillantes según el estado evolutivo de la persona. La palabra viene del sánscrito cakra चक्र y significa rueda o círculo.
Los chakras están alineados de forma ascendiente desde la base de la columna hacia la parte superior de la cabeza. A cada chakra se le asigna un color y son visualizados como flores de loto con distinta cantidad de pétalos. La función de los chakras es mantener la salud espiritual, física, emocional y mental equilibradas.
Los chakras se describen en textos tántricos como Sat-Cakra-Nirupana y el Padaka-Pancaka, como energía que emana de lo espiritual y que gradualmente se hace concreta, creando distintos niveles de chakras, y que halla su reposo en el chakra Muladhara. La energía liberada en la creación, llamada Kundalini, yace dormida en la base de la columna. Por ello es propósito del yoga tántrico o kundalini el manifestar esta energía, y hacerla subir a través del canal central pasando por los chakras, hasta el chakra Sahasrara en la cabeza.
Los siete chakras reflejan como el sentido humano es dividido para manejar distintos aspectos de la vida terrenal y se asocian con diferentes niveles de desarrollo espiritual, con Sahasrara en la posición más alta, el sentido puro, y Muladhara en la menor, estando relacionado con la materia.
La mención más antigua de los chakras se encuentra en los Upanishad. Estos modelos fueron adaptados en el Budismo Tibetano de la escuela Vajrayana y en la teoría Tántrica Shakta.
Cada chakra es un vórtice de energía en miniatura, girando en el sentido contrario de las agujas del reloj. Cada chakra tiene dos extremos conectados, uno para la parte frontal del cuerpo y otro para la espalda. Dependiendo de la salud de la persona y su evolución, la fuerza con la que brillan, su apertura y la velocidad de su giro serán diferentes. Cuanto más evolucionada esté la persona, más abiertos estarán sus chakras y más armoniosos serán su giro y brillo. A medida que se crece se van abriendo de abajo a arriba.
Cuando hay momentos de fuerte intensidad emocional, el chakra relacionado aumenta su actividad respondiendo con sensaciones de hormigueo, zumbido, y a veces incluso dolor, ya que son vórtices de energía localizados en el cuerpo asociados a funciones biológicas, mentales y emocionales, que nos permiten interactuar con la energía del entorno y la energía emocional de los otros.


Los siete chakras básicos
Los antiguos tratados describen siete chakras principales, situados a lo largo de la columna vertebral hasta el vértex en el chakra superior, de gran importancia en el tantra.
Sahasrara
Chakra Corona o Coronario es el chakra del sentido, el chakra maestro que controla a los demás. Su función sería parecida a la de la glándula pituitaria, que segrega hormonas para controlar el resto del sistema endocrino y que también se conecta con el sístema nervioso central a través del hipotálamo. Simbolizado por un loto con mil pétalos, de color blanco o violeta, se localiza en la cabeza.
Ajna
Chakra Tercer Ojo o Frontal se relaciona con la glándula pineal. Es el chakra del tiempo, la percepción y la luz. La glándula pineal es una glándula sensitiva, que produce la melatonina, una hormona que regula los mecanismos del sueño. Se simboliza por un loto con dos pétalos de color índigo.
Vishudda
Chakra Garganta o Faríngeo se relaciona con la comunicación y el crecimiento. Este chakra se corresponde con la glándula tiroides, una glándula en la garganta que produce distintas hormonas responsables del crecimiento y el desarrollo. Simbolizado por un loto con dieciséis pétalos de color azul.
Anahata
Chakra Corazón o Cardíaco se relaciona con la emoción, compasión, amor, equilibrio y bienestar. Corresponde con la glándula timo, que además de ser parte del sistema endocrino, lo es del sistema inmune. Se simboliza por un loto de doce pétalos de color verde.
Manipura
Chakra plexo solar o Umbilical se relaciona con la energía, asimilación y digestión, y corresponde al páncreas. Simbolizado por un loto de diez pétalos de color amarillo.
Svadhishthana
Chakra Sacro o Esplénico se relaciona con la sexualidad y la creatividad. Se relaciona con los testículos o los ovarios, ya que estos crean las hormonas involucradas en la reproducción y pueden causar dramáticos cambios de estado de ánimo. Se simboliza por un loto de seis pétalos, de color naranja.
Muladhara
Chakra Raíz o Fundamental se relaciona con el instinto, seguridad, supervivencia y el potencial básico humano. Se localiza en el periné, región entre los genitales y el ano. Aunque no hay una glándula endocrina aquí, se relaciona con las glándulas adrenales internas. Se simboliza por un loto de cuatro pétalos de color rojo.