Romano Zago, nace el 11 de abril de 1932 en Brasil. Estudia Filosofía y Teología. Se ordena como sacerdote en la Orden de los Frailes Franciscanos y recibe el nombramiento como profesor en el seminario de Taquari. En 1991 es enviado a Israel, donde continúa su labor de enseñanza. Es allí donde realiza su descubrimiento. El Aloe, muy abundante en la región, es la materia prima en la que concentra sus investigaciones, que se publican en importantes revistas especializadas. Así comienza la notoriedad para el monje franciscano y su elixir. A su regreso a Brasil en 1995, Fray Romano Zago divulga su fórmula, y se dedica totalmente a sus experimentaciones y al cuidado de los enfermos más graves, recogiendo su experiencia en el libro Es posible sanar del cáncer, en el cual aparecen numerosos testimonios de personas curadas gracias a la ingestión de este líquido.
El éxito de la fórmula se debe a sus tres ingredientes: aloe arborescens, miel y aguardiente. La miel de abeja natural tiene la propiedad de transportar las sustancias curativas contenidas en el jugo del aloe hasta los receptores de nuestro organismo, por su parte, el aguardiente tiene una acción vasodilatadora, es decir, ensancha los vasos sanguíneos facilitando la depuración general del organismo. La sangre puede así purificarse, eliminando las sustancias patógenas. Además, el organismo humano no podría absorber íntegramente el líquido viscoso y rico de propiedades, la aloína, sin disolverlo en un destilado.
Ingredientes:
Medio kilo de miel de abeja (miel biológica de acacia)
50 ml (unas 6 cucharadas) de aguardiente o coñac o whisky, etc.
400 gramos de hojas de Aloe Arborescens.
Preparación:
Se eliminan las espinas de los bordes de las hojas y el polvo depositado en ellas. Después se cortan a trozos, sin quitar la corteza, y se meten en la batidora junto a la miel y al destilado elegido. Se bate bien y el preparado está listo para su consumo. No hay que filtrarlo, sólo conservarlo en el frigorífico dentro de un envase oscuro bien cerrado.
Las dosis aconsejada es de una cucharada sopera media hora antes de cada una de las tres comidas principales. Se debe agitar bien el producto antes del uso. Una vez terminado el primer frasco, se recomienda una pausa de varios días, repitiendo el ciclo del tratamiento ininterrumpidamente, duplicando la dosis hasta la completa curación.
En el caso de las patologías más graves no se debe suspender el tratamiento, ni siquiera después de la curación , sino reducirlo del siguiente modo: durante el primer año, un frasco al mes, durante el segundo año, un frasco cada tres meses y a partir del tercer año, dos frascos en primavera y dos en otoño. Debe utilizarse una planta madura de aloe arborescens, es decir de al menos cuatro años, y es importante que la miel sea también de óptima calidad y sobre todo natural.
En el caso de las patologías más graves no se debe suspender el tratamiento, ni siquiera después de la curación , sino reducirlo del siguiente modo: durante el primer año, un frasco al mes, durante el segundo año, un frasco cada tres meses y a partir del tercer año, dos frascos en primavera y dos en otoño. Debe utilizarse una planta madura de aloe arborescens, es decir de al menos cuatro años, y es importante que la miel sea también de óptima calidad y sobre todo natural.
Por lo que se refiere a las reacciones que puede causar, Fray Romano Zago advierte que no deben asustarnos ya que suponen la expulsión completa de las sustancias impuras por parte de nuestro organismo, y tienen una duración limitada, de uno a tres días como máximo. En ese proceso se puede experimentar prurito en todo el cuerpo, forúnculos, abscesos, erupción cutánea, ampollas, heces con olor más fuerte de lo habitual, trastornos intestinales, diarrea, flatulencia, micciones frecuentes, orina más oscura, vómito, dolores generalizados, sobre todo en el abdomen, pero ello indica que se va por el buen camino, y que los esfuerzos realizados comienzan a dar sus frutos y que las toxinas han encontrado la válvula de escape y ha comenzado la curación. Es importante continuar, suspender la cura sería echar a perder todo.
Se desaconseja su uso a las embarazadas o durante la lactancia, niños pequeños, personas con transplantes, que estén realizando diálisis, o que tengan un sistema inmunitario hiperactivo.