sábado, 26 de julio de 2008

El Budismo tibetano


El Budismo tibetano fue fundado hace más de 2.500 años al norte de la India, donde nació su fundador, Siddharta Gautama, Buda, que alcanzó la iluminación. Se fundamenta en los principios de la no violencia, la gentileza amorosa para todos los seres sensibles, paz, tolerancia y compasión. Promueve que los seres humanos vivan según los maestros de la tradición, siguiendo la ética del equilibrio y buscando llegar a un estado de paz y ecuanimidad sin límites.
A principios del siglo VII, Songtsan Gambo se casó con la Princesa Wencheng de la dinastía Tang (618-907) de las planicies centrales de China y con la Princesa Bhributi de Nepal. Ambas trajeron al reino Tubo sendas estatuas de Buda, y los Monasterios Jokhang y Rampoche fueron construidos para albergarlas. Los artesanos que acompañaron a las princesas fueron constructores de estos monasterios, y los monjes se establecieron para traducir las escrituras budistas. Como resultado, el budismo entró en la vida de Tubo, y el credo budista se infiltró gradualmente en su política, economía, cultura, educación, costumbres y hábitos. El budismo surgido en el Tíbet fue ampliamente adorado por los residentes de Tubo.
Los tres aspectos de las enseñanzas del Buda se perpetuaron en el Tibet. Todo su contenido viene de la India y gracias al intercambio entre los maestros indios y los tibetanos se lograron conservar las enseñanzas, que luego se perderian en la India por las continuas invasiones.
Esta importante tradición religiosa ha acumulado por siglos mucha sabiduría sobre la mente humana y también tiene muchas técnicas de meditación que se pueden aprender bajo la tutela de un maestro cualificado. La meditación conduce a un mayor conocimiento propio y nos ayuda a mejorar nuestra actitud mental en general. El fin de toda esta práctica es lograr beneficiar a todos los seres sensibles mediante el pleno desarrollo de la compasión. Esta es la práctica que enfatiza el budismo tibetano.
Escuelas budistas
A mediados del s. XI emergieron las sectas Nyingma, Gedang, Sakya, Kagyu, Gelug, Shigyia, Joryu, Jorxiang, Gozha y Shalhu. Las primeras cinco fueron tan poderosas que duraron largo tiempo, y las otras desaparecieron posteriormente.
Escuela Nyingma ( Escuela Roja)
Fundada en el s. XI, es la más antigua entre las escuelas budistas de Tíbet. Puesto que sus monjes visten hábitos rojos, el grupo se llama escuela Roja. Prevalece en las áreas habitadas por tibetanos en China, pero también en India, Buthán, Nepal, Bélgica, Grecia, Francia y Estados Unidos.
Escuela Sakya ( Escuela de Rayas)
Se fundó en 1073 con el nombre de Sakya (arcilla blanca en tibetano) porque el Monasterio Sagya, el principal de la escuela, usaba muros pintados de blanco. Se llama también Escuela de Rayas porque los muros de los otros monasterios de la escuela están pintados con rayas rojas, blancas y negras, que representan, respectivamente, al Buda de la Sabiduría, la Diosa de la Misericordia y los Espíritus Guardianes.
Escuela Kagyu ( Escuela Blanca)
Fundada en el siglo XI, esta escuela presta gran importancia a la práctica tántrica, que se transmite de manera oral. Por ello, Kagyu significa transmisión verbal. Como los fundadores Marba y Milha Riba vestían hábitos blancos, el grupo se llama también Escuela Blanca.
Escuela Gelug ( Escuela Amarilla)
Fundada 1409, surgió de las otras escuelas. Tiene seis monasterios principales: Zhaibung, Sera, Tashilhungpo, Tar, Labrang y Gaindan. Goza de fama por su sistema de reencarnación del Dalai y el Panchen.
En el Budismo tibetano existen cuatro grandes linajes principales y muchos otros menores. El linaje es muy importante ya que garantiza que las enseñanzas esten vivas y que se hayan transmitido de maestro a discípulo desde tiempos de Buda, siempre de forma pura.
Frecuentemente los términos Vajrayana o Budismo Tántrico se aplican como sinónimos del budismo tibetano, pero se debe precisar que los tibetanos y mongoles son budistas practicantes de la regla Mahayana, de los que muchos, aunque no todos, practican el Vajrayana.
Tantra significa transformación, sus prácticas tienen como objetivo utilizar todo nuestro potencial para llegar a la iluminación, pero esta tarea requiere de una comprensión profunda de las escuelas Teravadha y Mahayana, de una cierta práctica en la meditación, y de una preparación específica: los cuatro preliminares ordinarios o Los cuatro modos de modificar la actitud mental. Se trata de llegar a una comprensión plena de lo que significan estas reflexiones y sirven como base para una actitud de renuncia y una práctica constante y diligente. Estos temas de reflexión son:
La preciosa existencia humana
Nuestra existencia es difícil de conseguir y fácil de perder. Deberíamos utilizarla de la mejor manera posible, desarrollando al máximo nuestro potencial para despertar nuestra naturaleza de Buda.
La impermanencia y la muerte
Todo cambia, nada permanece, nuestra vida es frágil como una burbuja y el momento de la muerte es incierto, no debemos perder el tiempo apegándonos a lo que sin duda perderemos, ya que nuestro tiempo de vida es incierto.
El Karma y sus consecuencias
Una acción virtuosa es causa de felicidad, una acción no virtuosa es causa de sufrimiento, debemos actuar de la forma mas beneficiosa posible para nosotros y los demás, y abandonar totalmente las acciones negativas por pequeñas que nos parezcan.
El sufrimiento de la existencia
La esencia de nuestra existencia es el sufrimiento, sufrimos al nacer, al envejecer, al enfermar y al morir. Los que carecen de algo sufren por conseguirlo, los que tienen un poco sufren porque quieren más, los que tienen suficiente sufren para conservarlo, y al final todos perdemos lo que tenemos. Es por eso que debemos intentar trascender esta existencia.
Al llegar a una comprensión profunda y sincera de estos cuatro temas se está preparado para iniciar Los Cuatro preliminares extraordinarios o las cuatro Grandes Tareas, consistentes en cuatro prácticas que hay que repetir un número determinado de veces.
La práctica de tomar refugio y generar el deseo de liberarse en beneficio de todos los seres, Bodhichitta, una práctica de purificación, Dorje Sempa, una práctica de acumulación de mérito, Ofrendas del Mandala, y una práctica de devoción al guru, Guru Yoga. Estos preliminares pueden tardar varios años en completarse, y siempre deben de hacerse supervisados por un maestro o alguien con comprensión del tema y que ya los haya realizado.
Acabados los preliminares se inician las prácticas de la meditación Mahamudra o de los Tantras (plegarias y visualizaciones) usando de base a una deidad. Las deidades tibetanas no son seres que viven en los reinos de los dioses, son aspectos de la mente que simbolizan la compasión, la sabiduría, el poder de la acción y los demás aspectos de la mente, hay una gran cantidad de deidades, algunas pacíficas, otras airadas, pero todas son aspectos de la naturaleza de Buda. Al realizarlas, el practicante Vajrayana desarrolla esa cualidad concreta, hasta el punto de llegar a su máxima comprensión y encontrar allí la verdadera naturaleza de su mente.
En el nivel más elevado está la práctica de la meditación Mahamudra o del Dzogchen, consideradas las enseñanzas mas sutiles y profundas del budismo.
Hay que precisar que para practicar el budismo Mahayana y el Vajrayana es imprescindible tener un maestro cualificado, es importante que pertenezca a un linaje puro y que tenga auténticas cualidades como la compasión, que no dé importancia al éxito o al fracaso, al beneficio o a la pérdida, a las alabanzas o las críticas, al placer o al dolor, es decir que sea ecuánime, que tenga paciencia y que sea incansable en el trato con sus discípulos y en difundir el Dharma. Tradicionalmente en Tíbet antes de llegar a una verdadera relación maestro-discípulo se esperaba un periodo de 9 años en el que el discípulo observaba las cualidades del maestro durante tres años, el maestro las capacidades del discípulo otros tres, y se observaban mútuamente los últimos tres años. Sólo entonces surgía el verdadero compromiso entre ambos. En el Tibet se dice: No examinar al Maestro es como beber veneno. No examinar al discípulo es como saltar a un precipicio.

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