sábado, 18 de febrero de 2012

Tibet is burning



Mas de 20 monjes y monjas budistas tibetanos se han inmolado desde marzo del año pasado y al menos 14 de ellos han muerto, entre ellos el monje Dhamchoe Sangpo que se inmoló el pasado viernes durante una ceremonia de oración en el monasterio Bongthak en la provincia de Qinghai al oeste de China, el monje tenía 38 años y había sido uno de los líderes espirituales del monasterio tras regresar de tres años de estudio en el Monasterio de Drepung en el norte de India, donde vive exiliado el Dalai Lama. Sangpo había rechazado enérgicamente la presencia de agentes de seguridad chinos que habian ocupado el monasterio.



El gobierno tibetano en el exilio en la ciudad india de Dharamsala dijo que estaba profundamente preocupado y horrorizado por las inmolaciones y que deseaba recordarle a todas las comunidades tibetanas en el mundo y amigos del Tíbet que realicen cualquier actividad solidaria pacíficamente, de acuerdo con las leyes de sus países, y con dignidad. Según Kyabje Rinpoche, líder espiritual budista, "nadie quiere que los monjes se prendan fuego, pero no nos vemos con autoridad moral para impedirlo". Los preceptos del budismo permiten el suicidio si este surge de la convicción profunda de que el gran Buda debe ser defendido y honrado.



Desde marzo de 2011, se ha impuesto a los monjes una campaña de reeducación patriótica. Hay inspecciones sorpresa en los monasterios, cámaras de vigilancia, micrófonos, detenciones arbitrarias de monjes, desapariciones y muchos casos de torturas, así como usurpación por parte de los funcionarios comunistas de los puestos de dirección en los monasterios, expulsando o haciendo desaparecer a los líderes espirituales. Virtualmente, reina la ley marcial en Tíbet.



Los tibetanos están siendo empujados a actos cada vez más radicales a causa de las intensas presiones por parte de la policía y el ejército chinos, que mantienen una amplia presencia en ciudades y ocupan monasterios, al tiempo que obligan a los monjes a someterse a horas de adoctrinamiento político a expensas de sus estudios religiosos.
Con esta cadena de inmolaciones los monjes budistas protestan con su vida por la ocupación y represión china en Tíbet, en la crisis más grave que vive la región desde marzo de 2008, cuando un estallido de violencia étnica terminó con 80 muertos.
Los tibetanos denuncian que desde entonces la represión política, militar, cultural y religiosa por parte de Pekín es mucho mayor, hasta alcanzar hoy niveles insoportables.
El Gobierno de Pekín impide a todo extranjero el acceso a las zonas de mayoría tibetana en Sichuán, Yunán, Qinghai o Gansú, por lo que es muy difícil conocer qué está ocurriendo. Hay controles militares cada 20 kilómetros y los periodistas son expulsados inmediatamente.



Aunque las inmolaciones han ido goteando desde el año pasado, el verdadero estallido se inició el 23 de enero, primer día del Año Nuevo Chino, cuando centenares de tibetanos realizaron dos concentraciones en Seda y Luhuo (Sichuán) para rendir homenaje a los últimos monjes inmolados.
Según Human Rights Watch, la policía bloqueó las concentraciones y abrió fuego sobre al menos dos personas, hirió a más de una decena y detuvo a casi medio centenar de activistas.
Los tibetanos se están inmolando porque se sienten frustrados con el actual estado de represión y por el total desinterés del Gobierno chino por escuchar y resolver sus agravios, las inmolaciones son gestos desesperados contra las políticas represivas de China, a favor del retorno del Dalai Lama a Tíbet y también una súplica de ayuda dirigida a la comunidad internacional.









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